Vestidos inolvidables, escotes de vértigo, ministras a todo color y “looks” rompedores con todo “dress code” de alfombra roja, los diseños que han acompañado a los actores en los Premios Goya también relatan la historia del cine español.
Vestidos inolvidables, estilismos rompedores con cualquier “dress code” de alfombra roja, ministras a todo color, escotes de vértigo u otros más recatados, volantes, lentejuelas y corbatas, la moda que ha acompañado a los actores en los Premios Goya también relata la historia del cine español.
Desde la primera edición, en 1987, han cambiado las musas, los galanes, los escenarios, las modas y hasta el color de la alfombra -en varias ediciones fue verde-, pero si algo se ha mantenido ha sido el esfuerzo de los actores por destacar ante los flashes.
En esta tarea les ayudará durante esta 29 edición, que se celebrará el próximo siete de febrero en el Centro de Congresos Príncipe Felipe, la estilista Tatiana Hernández, responsable de vestir a más de 30 personas entre nominados, entregadores de premios y asistentes a la gala, donde se verán colores clásicos, como el negro, el dorado y el plata, “y otros más inusuales y atrevidos”, adelanta a Efe Estilo.
Echar la vista atrás
La moda, unida al talento frente a la cámara, ha escrito su propio capítulo en los anales de los Premios Goya, que este año acogerán una exposición de 28 fotografías en gran formato pertenecientes al archivo de la Agencia Efe, que ha facilitado a la Academia de Cine imágenes emblemáticas como la que muestra a los reyes eméritos don Juan Carlos y doña Sofía en la primera edición.
La nostalgia inherente a las fotografías en blanco y negro se adereza con una lección de glamur en el caso de aquella Sara Montiel que, en 1991, subía a entregar un Goya; con su habitual moño bajo y un vestido negro con transparencias, Montiel constató una vez más que el estilo puede ser prescriptor a cualquier edad.
Romper moldes
Mucho ha cambiado la ceremonia de los Premios Goya desde aquellos primeros años en los que la etiqueta se cuidaba de una forma más clásica. Ahora, los actores saben que los Goya son un escaparate al mundo y tienden a arriesgar más con sus “looks”, o incluso rompen moldes, como hizo León de Aranoa con un estilismo demasiado informal durante la edición que le valió 5 premios por “Los lunes al sol”.
La Academia de Cine exige a sus invitados acudir de etiqueta, aunque “hay que entender”, dice Hernández, que muchos artistas viven “al margen del mundo de la moda”, menos preocupados por su imagen.
Óscar Jaenada, y su conjunto bohemio chic de 2010 muy del estilo de Johnny Depp, Bimba Bosé, de amarillo en esa misma edición o el colorido José Corbacho se suman a la lista de artistas rompedores.
Elegancia sobre la alfombra
Goya Toledo, Julia Gutiérrez Cava o Paula Echevarría, habitual de la firma Dolores Promesas sobre la alfombra roja, son algunas de las mejor valoradas, lista en la que no falta Silvia Abascal, quien reapareció en los Goyas de 2012 después de sufrir un ictus cerebral.
En aquella inolvidable ocasión, Abascal eligió un vestido rosa palo del diseñador español Lorenzo Caprile, uno de los más escogidos entre las actrices de la edición de 2014, donde firmas internacionales como Elie Saab, Armani, Dior o Cavalli marcaron también territorio.
La moda española pisa cada vez con más fuerza en estos galardones; en el caso de la exministra de Cultura Carmen Calvo, derribó incluso clichés. Su vestido rosa con lazos y corazones, firmado por Ágatha Ruiz de la Prada, suscitó todo tipo de críticas.
Entre los vestidos más venerados por la memoria colectiva está el Sybilla color salmón que llevó Marisa Paredes en 2001, o el diseño azul creado por Miriam Ocariz para Marian Álvarez, que acompañó a la intérprete el año pasado cuando recogió el Goya por “La herida”.
“El Sybilla de Marisa Paredes tenía un diseño impecable, pero esa perfección puede convivir con vestidos más divertidos, como el de Carmen Calvo”, advierte Tatiana Hernández, nominada el año pasado al mejor diseño de vestuario por su trabajo en “Los amantes pasajeros“.
El guardarropa da fe de la evolución personal y laboral que experimenta un artista. Penélope Cruz es un ejemplo de esa transmutación estilística, casi inevitable; un abismo separa a aquella chica que en 1998 subía a recoger el Goya a la mejor actriz por “La niña de tus ojos” de la actriz internacional que, años más tarde, acudiría vestida por Dior, Chanel o Carolina Herrera.
La inminente 29 edición añadirá un pasaje más a esta fascinante historia de película donde no solo el celuloide da testimonio del paso del tiempo. También lo hace la moda, con su sinceridad innata de decir quiénes somos, o en qué nos hemos convertido. EFE.