En la era del “low cost”, es difícil convencer al consumidor de que comprar menos y mejor es más positivo y respetuoso con el medio ambiente, aunque la tendencia está cambiando.
Concienciar al consumidor de que comprar menos ropa pero mejor calidad le hará más feliz es difícil en la era low cost, aunque los expertos dicen que la tendencia de consumir sin reflexión se está “poco a poco” invirtiendo, gracias a la emergencia de un consumo “slow” que respeta más el medio ambiente sin renunciar al diseño y la tendencia.
“Cada vez compramos menos y mejores prendas. Tenemos que tener en cuenta que con nuestro dinero favorecemos un tipo de industria más o menos buena”, explica a Efe Eva García, responsable de la tienda “on line” Ecoology.
Detrás de una prenda “ecofriendly” no solo está el uso más eficiente de los recursos, también unos salarios dignos
La etiqueta “ecofriendly” está de moda, aunque no todas las prendas cumplen los requisitos para llevarla, ya que un artículo sostenible no solo es aquel que se ha elaborado desde la eficiencia en el uso de “agua, químicos o logística”, sino aquél que también se ha manufacturado en fábricas donde los trabajadores han percibido “salarios justos y dignos”, opina Gema Gómez, fundadora de Slow Fashion Spain.
Sin renunciar al diseño
La moda sostenible implica, sobre todo, el uso de tejidos reciclados o ecológicos, como el algodón y la lana orgánicos o el bambú. En la web de Ecoology trabajan con estos materiales, aunque Eva García advierte que para vender un producto de estas características tiene que entrar “también por los ojos”, es decir, el diseño es “igual de importante”.
El sistema actual favorece un consumo impulsivo, que renuncia a una pregunta clave: ¿Necesito lo que me voy a comprar?
Gema Gómez también opina que la consolidación de una firma de moda ecológica debe hacerse “creando fans, y no clientes, que participen de la filosofía de la marca”, dice a Efe Estilo.
El sistema de consumo ha impulsado unas prácticas que consisten en comprar impulsivamente, sin considerar unas cuestiones que para Gómez son primordiales. “¿Necesito realmente lo que voy a comprar?”, esa es la pregunta clave que debe hacerse un consumidor respetuoso con el medio ambiente y los recursos, cada vez más escasos, porque “consumir no es sostenible”, como dijo la diseñadora Vivienne Westwood.
La moda y su necesaria evolución
La moda, en palabras de Gema Gómez, “tiene que evolucionar” hacia un concepto menos efímero, que la convierta en una “amiga” de la mujer y no en una “jueza”.
Detrás de las camisetas que cuestan cinco euros, para Eva García, “siempre hay alguna forma de explotación“. Y es que “alguien” tiene que pagar, con “su sufrimiento o miseria”, el resto del precio.
Para producir una camiseta de algodón convencional se emplean, de media, 2.700 litros de agua, así que es fácil entender por qué grandes marcas han puesto en marcha políticas para ser más eficientes en su producción.
H&M, Zara, Nike, Adidas o Levi’s, que ha reducido el agua consumido en el proceso de teñido de sus prendas, son algunas de las empresas que cuentan con planes de sostenibilidad. ¿Por puro marketing o por una convicción real de que hay que cuidar de los cada vez más escasos recursos?
Eso, en realidad, “da igual”, porque estas marcas, y más si son conocidas, “ponen en valor el trabajo de otros que llevamos más tiempo siendo sostenibles”, explica García, cuya firma, Ecoology, nacida hace cuatro años, cuida hasta que la distribución de las prendas, si es posible, se haga en bicicleta, así como que el empaquetado se realice con material biodegradable.
Quién, dónde y cómo
La diseñadora Kavita Parmar llevó a cabo el proyecto IOU Project a través de un código QR que, en sus prendas, indica toda la información sobre los artesanos que han confeccionado la prenda, así como el lugar y el proceso de producción, siempre sostenible.
Aunque a Parmar no le gusta emplear las etiquetas de “moda ética” o “moda ecológica” sí que entiende la moda como un “vehículo para cambiar el mundo”, y por eso decidió “humanizar” la ropa señalando a todas las personas que intervienen en su diseño, cosido o venta.
La “slow fashion” (moda sin prisa) es una reacción contra la “fast fashion” (moda que se consume rápido) que se ha establecido con el capitalismo, un sistema que favorece celebraciones como el reciente “viernes negro”, que en España se ha celebrado por segundo año consecutivo lanzando al consumidor ofertas para estimular el consumo prenavideño, algo que muchas asociaciones ecologistas han denunciado por su afán de derroche.
A esto hay que sumar la escasa vida útil de muchos productos, prevista e inducida por las grandes marcas y la industria de antemano. Es lo que se conoce como obsolescencia programada, un frente contra el que luchan las marcas sostenibles españolas que pretenden, justamente, lo contrario: que la prenda dure mucho.
Ecoalf, Bioculture, de Suzanne Lee, el proyecto Medwinds, Patagonia o Ninpha son firmas que desmitifican la idea de que renovar el armario cada tres meses es necesario para estar en la onda. También grandes firmas han abanderado una moda más responsable, como Donna Karan, Eileen Fisher o Stella McCartney. Y es que menos siempre ha sido más. EFE.