La Semana de la Moda de París recorrió diferentes otoños-inviernos, desde la mágica Edad Media del indio Manish Arora a las prendas andinas exentas de color de la firma belga A.F. Vandervost, pasando por las propuestas de Carven, Paco Rabanne o Balmain.
Con capas, plumas, cascos, huesos y colores contundentes, Arora recreó en el Palacio de Tokio una pasarela de prêt-à-porter que podría vestir tanto a reinas como a guerreras en una ensoñación del pasado.
El creador se inspiró en «una época de fantasía medieval» para adaptarla «al lujo deportivo actual», como explicó a Efe tras un desfile que se va imponiendo como una de las citas a las que acudir en la capital francesa.
«¿Cómo expresar esto en el mundo actual?», se preguntó a sí mismo consciente del reto que revestía este viaje en el tiempo y en el estilo. Su respuesta se tornó en forma de mochilas, sudaderas y zapatillas con plataforma y caña alta.
Arora reconoció cierta sintonía con la serie televisiva «Game of Thrones», una de las ficciones que más ha popularizado el imaginario que el creador ha fundido con su propia excentricidad.
Los conjuntos se desarrollaron entre lo agreste de las plumas, de las pieles, de las bandas cruzadas en el pecho y de las medias de rejilla, y el poder que otorgaron «las sedas, los terciopelos, los ricos bordados».
Los personajes soñados por el diseñador llevaron un dragón al hombro, como si se tratara del loro de un pirata, unos bolsos de calavera y unos estampados de lobos, flores y corazones.
En una dimensión completamente opuesta se posicionó la firma A.F. Vandervost, dirigida por la pareja An Vandervost y Filip Arickx, ambos procedentes de la Real Academia de Bellas Artes de Amberes, cuna de algunas de las agujas más respetadas de París, como Dries van Noten o Ann Demeulemeester.
Para adentrarse en los salones de la residencia del embajador de Bélgica, donde este dúo creativo había convocado a prensa e industria, era necesario endosarse unas fundas para el calzado y, llegado el caso, ponerse una mascarilla o un mono blanco.
Con este aspecto, el público descubrió diferentes estancias completamente recubiertas de plástico, desde el parqué y las paredes, hasta las lámparas de araña.
En una de ellas, un grupo de música tocaba en medio de disparos de pintura blanca sobre ropa e instrumentos, que goteaban entre nota y nota, en una colaboración con el artista Joris van de Moortel.
El contraste entre los tonos claros de la puesta en escena y el negro y gris de los conjuntos podría ser la justificación de esta presentación, que albergó una colección inspirada en los Andes.
La vestimenta tradicional de Perú fue desprovista de una de sus características principales -el color- para someterse a un ejercicio que retomó los numerosos pliegues de las faldas, los ponchos, los sombreros y el entrelazado.
La firma configuró tocados de tela con forma de ave y construyó algunas de sus prendas de manera que pareciera que estaban siendo mecidas por el viento.
Esta tercera jornada de la Semana de la Moda de París también vio la primera colección de Alexis Martial y Adrien Caillaudaud, cuyo nombramiento fue anunciado a principios de esta semana.
Los pantalones ajustados, pesqueros y de cintura ancha, las faldas «évasées», los estampados de flores y una paleta que incluyó colores luminosos, fueron la carta de presentación de aires sesenteros de este dúo que sustituye a Guillaume Henry, ahora en Nina Ricci.
Paco Rabanne, firma del grupo español Puig, combinó el efecto cristalizado de sus placas, con las transparencias intermitentes de vestidos de «patchwork», los estampados urbanos, los aires deportivos y la estética rigurosa.
Con el actor Jared Leto en rubio platino y pelo corto en la primera fila, Balmain desplegó una colección de colores brillantes y metalizados, articulados en bloques y líneas geométricas, que fluyeron en flecos, plisados y vuelos. EFE