El diseñador André Courréges, uno de los iconos de la moda francesa del siglo XX y quien popularizó la minifalda en la década de los sesenta, murió anoche a los 92 años, anunció hoy la firma que lleva su nombre.
En un comunicado, la compañía señaló que Courrèges falleció en su hogar de Neuilly-sur-Seine, junto a París, tras más de treinta años de “combate contra el mal de Parkinson”.
André Courrèges creó su propia marca en 1961 con el apoyo de Cristóbal Balenciaga, su antiguo maestro, y revolucionó el mundo de la moda con propuestas que, en su época, trastocaron los principios conservadores de la sociedad.
Desde los años noventa, el modisto se hallaba retirado de la profesión, aunque su firma protagonizó un sonado retorno en la última Semana de la Moda parisina, de la mano de los jóvenes creadores Arnaud Vaillant y Sébastien Meyer.
Nacido en Pau (sur de Francia) el 9 de marzo de 1923, el modisto será recordado por haber promovido la minifalda y el pantalón para las mujeres en los años 1960, inspirado siempre por las formas geométricas y la influencia de la arquitectura en sus creaciones.
“Deportivo y enamorado de la luz”, tal como lo describe su perfil en la página web de su firma, Courrèges estudió Ingeniería de Puentes y Caminos, donde se familiarizó con los conceptos arquitectónicos, y desembarcó en París en 1945, donde hizo su debut en la casa del gran Balenciaga en 1950.
El padre del pantalón femenino
Once años más tarde, Courrèges abrió su propia compañía, desde la que lanzó sus rompedoras minifaldas y el pantalón para una mujer hasta entonces nada habituada a la prenda.
Los “pantacourt” (pantalones pirata) fueron otra de las innovaciones aportadas por un Courrèges cada vez más futurista, dentro de un mundo en el que el hombre acababa de hollar la superficie lunar.
La firma tuvo un gran éxito durante varias décadas, pero fue perdiendo brillo hasta que en 1994 se retiró de las pasarelas, con una breve vuelta de cinco años a la Alta Costura para apagarse completamente en 2002.
El presidente francés, François Hollande, consideró en un comunicado tras conocerse el deceso que “André Courrèges marcó con su huella a la alta costura francesa”.
“Creador revolucionario, utilizó formas geométricas y materiales nuevos, Courrèges era un estilo y una época”, subrayó, antes de enviar sus condolencias a su familia y a su casa de moda.
Y Courrèges…evolucionó a la mujer
André Courrèges llegó del espacio en los años sesenta para liberar a la mujer de corsés, popularizar la minifalda o el pantalón, e introducir en el mundo de la moda su peculiar visión futurista llena de geometría e impregnada de arquitectura.
Criado bajo el ala del gran Balenciaga, Courrèges, subió un palmo faldas y vestidos: el ser humano todavía era entonces capaz de todo, y, tras conquistar el espacio, podía atreverse a mostrar las piernas de las mujeres.
La falda trapecio, el “pantacourt” (pantalón pirata) o sus característicos minivestidos conforman parte del legado de un hombre que, de alguna forma, se hallaba como un pez fuera del agua en el mundo de la moda.
Lo suyo eran las formas y el encanto por la geometría, pasiones nutridas en sus estudios de ingeniería de puentes y caminos, donde se familiarizó con los conceptos básicos de la arquitectura.
Le petite robe, en blanco
Y luego, la luz. El blanco refulgente, el rosa… su paleta de colores siempre estuvo influida por la luminosidad. En el perfil que su propia firma tiene en su página web se le califica, antes de todo, como “deportivo y enamorado de la luz”.
Ese blanco con el que Courrèges sorprendió en 1964 en una de sus colecciones más recordadas, “The Moon Girl”, la chica de la luna.
Frente al “vestidito negro” de Coco Chanel, el modisto popularizó su “vestidito blanco”, auténtico emblema de la marca.
Nacido en Pau, junto a los Pirineos franceses, en 1923, a los 22 años desembarcó en París tras sus estudios de ingeniería y poco después, en 1950, entró en la casa de Balenciaga, donde durante una década aprendió los fundamentos del oficio.
En 1961, movido por su deseo de conectar mejor con las nuevas generaciones y acercar la moda a la juventud, dejó la firma del maestro español junto a su inseparable ayudante Coqueline (con quien acabaría casado) para fundar su propia compañía.
Sin romper del todo con Balenciaga, Courrèges revolucionó el mundo de la moda con propuestas que trastocaron los principios conservadores de la sociedad.
Pero su impacto no se notó solo desde el punto de vista estético: quiso democratizar la moda, para lo que promovió el “prêt-à-porter” y el uso de materiales menos caros que acercasen sus diseños a la mujer.
Un icono que creó iconos
Las actrices Catherine Deneuve y Jane Birkin, la modelo Twiggy o la cantante Françoise Hardy fueron algunas de sus más famosas clientas. Courrèges era uno de los diseñadores pop por excelencia.
Por aquel entonces, la fábrica que hizo construir en Pau empleaba a unas 800 personas, hasta que la feroz competencia de las manufacturas asiáticas hizo tambalearse el negocio.
Courrèges vendió en 1984 la firma a un grupo de inversores japoneses, aunque a mediados de la siguiente década su esposa Coquelines enmendó la decisión y recompró la marca para relanzarla.
Tras una breve vuelta de cinco años a la Alta Costura, la casa desaparece en 2002.
Sin embargo, en 2011, Jacques Bungert y Frédéric Torloting, dos ambiciosos publicistas franceses, compraron la marca decididos a recuperar la firma en la que trabajan desde entonces con campañas de colaboración con distintas marcas de belleza o incluso botellas de agua.
En la última Semana de la Moda de París, el pasado mes de septiembre, los jovencísimos diseñadores Sébastian Meyer y Arnaud Vaillant, que se dieron a conocer con su trabajo para Coperni, devolvieron a Corrèges a la Alta Costura.
En su desfile, transmitieron el ADN de la marca al añadir un toque de modernidad, con prendas fáciles de llevar y combinables entre sí para permitir que con vestimentas simples se pueda crear un amplio abanico de posibilidades.
Courrèges, aquejado del mal de Parkinson desde hace tres décadas, pudo ver aún en vida el resurgir de un nombre que pasará a la posteridad. EFE