Los tópicos del verano español, con su siesta, sus volantes y sus toros, fueron dignificados en Nueva York por la firma Pedro del Hierro, para la que la diseñadora Carmen March ha creado una colección de colores quemados, telas lavadas y cuerpos mojados inspirados en las fotografías de Slim Aarons.
«De ese pie cojeo yo: el folclor me encanta. Me gusta mucho la historia textil y hay pocas cosas más elegantes que los trajes regionales. Me gusta también el cine del destape y muchas otras cosas que cierta elite intelectual decidió que eran poco sofisticadas», reivindica March en una entrevista con Efe en el marco de la Semana de la Moda de Nueva York.
Fue precisamente hace seis meses, en la anterior edición de la Fashion Week, cuando la mallorquina tuvo una epifanía entre el frío y la nieve de Manhattan en febrero, cuando todo el mundo la consideró afortunada por vivir en España, por el buen tiempo y el buen humor.
Entonces se dio cuenta de que esos tópicos se podían abordar «con una mirada limpia» y eso se traduce «en el traje corto, muy taurino, en que también hay volantes… En explicar que el tópico español puede ser muy contemporáneo», argumenta March.
El estío de mediados de los años setenta en Marbella y Sotogrande, cuando nacía la marca Pedro del Hierro y las primeras clientas se acercaban a su taller, es la imagen que tiene en mente a su actual directora creativa para la colección primavera-verano 2015.
Diseñadora con amplio abanico de referentes culturales, March se fija en uno de sus fotógrafos favoritos, el neoyorquino Aarons, que tomaba instantáneas del costumbrismo «alrededor de la piscina, ese momento de pleno sol de mediodía, relajado en torno al agua. Las piscinas de verano, gente durmiendo siestas, cuerpos mojados y cuerpos desnudos», dice.
Es por eso que la sensación de su colección, presentada a la hora de la siesta no en un desfile sino en una exposición fija de modelos enfundadas en sus primorosos diseños, fue la de la languidez elegante, de estampados «como si te caes al agua vestido y sales, se queda todo como tieso, con manchas como de salitre», asegura.
«He usado tejidos extremadamente líquidos sobre el cuerpo. Los que no lo son, lo que he hecho ha sido lavarlos muchísimo, hasta que el apresto se haya ido completamente», asegura, y así despoja al lamé de su sensación rígida metálica, suaviza las sedas rompiendo el mito de que no se deben mojar o convierte el algodón en un tejido tan seco que recuerda a una cesta de mimbre.
«Los tejidos acarician los cuerpos. Se enroscan en el cuerpo, se pegan a él, producen transparencias, se van como rompiendo… Todo en la colección está ligeramente girado», resume.
Cuadros vichy tomados de un mantel o un estampado de flores azules tomado del tapizado de un sofá de la época completan esta colección, donde, además, los metales en las hebillas y en las pulseras parecen estar derritiéndose por el sol.
Una nueva muestra de la calidad y la finura de la diseñadora mallorquina, que trabajó para Duyos & Paniagua o Javier Larraínzar y se asoció con Juanjo Oliva.
Tras debutar en 2004 como diseñadora en solitario, fue fichada por Pedro del Hierro en 2012, a la que revitalizó imprimiendo su personalidad sin dejar de plegarse a las señas de identidad que busca la exigente clientela de la marca madrileña. EFE