Doscientos años en el vestidor de las primeras damas

  • Entre el vestido que llevaba Martha Washington en 1789 y el que lució Michelle Obama en la inauguración de 2013 han pasado más de 200 años de historia. Cuando se cumple un siglo de una de las exposiciones más visitadas de EEUU la pregunta es si el próximo modelo será el de la primera mujer presidenta.

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    Desde 1914 el Instituto Smithsonian colecciona un vestido de cada «señora» de la Casa Blanca. La mayoría de ellas han sido las mujeres de los presidentes, pero sobrinas, hijas y nueras también han ejercido de anfitrionas en el número 1600 de la avenida Pensilvania.

    El centenario de esta exposición coincide con un momento en el que el nombre de Hillary Clinton, la primera dama con más ambición política, encabeza las quinielas de aspirantes a la Casa Blanca en 2016 y podría por tanto convertirse en la primera presidenta en la historia de Estados Unidos.

    «La primera mujer presidenta deberá reconsiderar las funciones de la ‘primera dama’ y decidir si espera que su marido u otro miembro de la familia asuma ese rol en su Administración. El Smithsonian esperará a ver quién, si es que es alguien, ostenta ese rol», explicó a Efe Lisa Kathleen Graddy, subdirectora del departamento de Historia Política del Museo Nacional de Historia Estadounidense.

    En la tercera planta de este centro, que pertenece al instituto Smithsonian, se forman cada día largas colas para recorrer la historia de las primeras damas y la impronta que dejaron al frente de un cargo que no tiene tareas definidas y que cada una de ellas modeló de acuerdo a su personalidad y aspiraciones.

    A Anna Eleanor Roosevelt (1932-1945) se la recuerda como «la primera dama del mundo», como la bautizó el expresidente Harry Truman, por sus numerosos viajes para defender los derechos humanos y por su influencia dentro y fuera del país tras la Gran Depresión de 1929.

    Lady Bird Johnson (1963-1969), en sintonía con un tiempo en el que la mujer era actor clave en los movimientos sociales, reclamó de inmediato un papel en las políticas de la Administración. «Quiero ser una primera dama útil», dijo al llegar a la Casa Blanca.

    Johnson, como le ocurriría después a Clinton, recibió críticas por implicarse tan activamente en el gobierno de la nación. Para algunos la primera dama, un cargo no electo, debe mantenerse dentro de los límites de un papel meramente protocolario y representativo.

    Tampoco se resignó a ese rol Betty Bloomer Ford (1974-1977), que tuvo un gran impacto social con su defensa de los derechos de la mujer y concienció a la nación sobre el cáncer de mama tras ser sometida a una mastectomía.

    Todas, más o menos involucradas políticamente, hicieron suya una causa: Barbara Pierce Bush (1989-1993) y Laura Welch Bush (2001-2009) trabajaron por la alfabetización, Nancy Davis Reagan (1981-1989) promovió la lucha contra las drogas y Michelle Obama, primera dama desde 2009, trata de inculcar a la nación un estilo de vida saludable.

    En 1914 la exposición del Smithsonian sobre las primeras damas se convirtió en la primera de la nación consagrada enteramente a la mujer. Hoy, con la ayuda del poder evocador de los vestidos, la sala es un recorrido por los cambios que el tiempo ha imprimido en el papel de la mujer dentro y fuera de la Casa Blanca.

    Expuestos en maniquíes que imitan la figura de las primeras damas, los modelos trasladan al visitante a cenas de Estado del pasado, recepciones de otro siglo y más recientes ceremonias de investidura. «¿Cómo se sentía en ese vestido? ¿Le hacían daño esos zapatos? ¿Cuántas veces le pisó la cola su marido?», relataba Michelle Obama cuando entregó al Smithsonian el Jason Wu blanco de un solo tirante que vistió en su primer baile inaugural.

    Para celebrar el centenario de la colección, el instituto exhibe sólo durante este año el modelo rubí del mismo diseñador que la actual primera dama escogió para la misma ceremonia cuatro años después.

    Sólo unas pocas primeras damas se convirtieron en iconos de estilo, pero todas influyeron en la moda de su época: a Michelle se le atribuye haber popularizado los vestidos sin tirantes, la predilección de Nancy Reagan por el rojo tuvo hasta terminología -«Red Reagan»- y Eleanor Roosevelt mostró lo práctico de la ropa ya confeccionada a una mujer que empezaba a tener una vida más ocupada. Pero nada fue comparable al fenómeno del «Jackie look»: las copias de los modelos que Oleg Cassini diseñó para la primera dama más glamourosa, Jacqueline Bouvier Kennedy (1961-1963), se vendían rápidamente en todo el país expuestos en maniquíes que, como era el deseo de las mujeres de la época, se parecían a ella.

    Después de estos más de 200 años de historia de primeras damas, precisamente una mujer que lo fue no hace tanto podría convertirse en la primera en ser recordada por un vestido con una carga simbólica mucho mayor: el de haber sido llevado por la primera mujer presidenta de los Estados Unidos. EFE

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