Lejos de ser un ornamento propio de mujer, Dior Homme reclamó la flor para el varón en su colección primavera-verano 2016, que presentó en una Semana de la Moda Masculina de París que acogió el primer desfile de Balmain.
En el Tennis Club de la ciudad del Sena, la firma instaló un jardín a la francesa con 2.000 rosas «iceberg», por el que desfilaron unos modelos que defendieron las cazadoras «bomber» con estas flores bordadas.
Después de que la pasada temporada el director artístico de la casa, Kris Van Assche, llenara la sala de instrumentos de cuerda para vestir de gala al hombre, en esta ocasión su clientela contará con conjuntos para viajar o para disfrutar sin estrés del fin de semana.
«Quería mantener la misma elegancia y trabajar esta vez con siluetas más desenfadadas», explicó a Efe el diseñador belga, que lleva desde 2007 al frente de la línea masculina de esta casa histórica.
Para ello, introdujo «muchos más elementos deportivos», ya sea desde el calzado hasta los abrigos que aludían al universo náutico, como al estampado de camuflaje, que escondió en el forro o con el que recubrió los pantalones y las camisas.
Con el fin de establecer una conexión con su última colección, la pasarela abrió con un traje de tres piezas, que fue dejando paso a camisas de manga por el codo, y a americanas y pantalones con pequeñas cremalleras plateadas en posiciones inesperadas.
La corbata estuvo casi omnipresente y los tradicionales rombos desempeñaron un papel nuevo al descender por los costados de unas perneras que se ajustaron al tobillo como un chándal.
Hace un mes que Van Assche decidió tomarse un respiro de su propia marca porque le resultaba difícil, siendo independiente, mantenerse en un mercado tan competitivo, según explicó a la revista especializada «Women’s Wear Daily».
«Ahora me concentro en Dior», aseguró tras el desfile un diseñador que se mostró contento con la acogida de esta colección que vio el verano en blanco, azul marino, caqui y, sobre todo, en naranja.
El calendario oficial de la Cámara Sindical de la Moda Masculina recibió hoy por primera vez los diseños para el hombre de la firma Balmain, habitual del calendario de mujer pero ausente hasta hora de esta división en pleno auge.
Para su estreno sobre la pasarela masculina, el director artístico de la casa, Olivier Rousteing, apostó por sus habituales trenzados y por los drapeados que envolvieron siluetas de jinete explorador.
Los tonos tierra empujaron unos diseños de pantalones de tiro bajo que se integraron con un calzado a medio camino entre la sandalia romana alta y la bota, al dejar el empeine únicamente recubierto por cordones.
La experimentación con las cazadoras y las chaquetas ofreció posibilidades nuevas, al jugar con los bolsillos, el estampado, la asimetría o los filamentos que dibujaron estructuras retrofuturistas.
La bandera del Reino Unido fue uno de los escasos motivos reconocibles en este recital que cubrió las cabezas con gorras similares a las de la equitación y que ofreció también algunas prendas de mujer, como hiciera la víspera Givenchy.
La jornada abrió con el desfile de Kenzo, firma que también se unió a la tendencia de introducir la chaqueta o la camisa por debajo del pantalón, y que sustituyó sus representativos estampados con volúmenes puntiagudos en la superficie de sus prendas.
Más tarde, en el patio de columnas del artista Daniel Buren, ubicado dentro del Palais Royal, la firma Études Studio caminó por el verano con prendas-lienzo, que despertaron la figura del pintor, del paseante e incluso del «skater».
Este colectivo creativo, con sede en París y en Nueva York, fiel al objetivo de «tender puentes entre el arte y la moda«, recubrió el lino blanco con piezas de color, en una colección estival fresca y holgada.
Esta penúltima jornada de la Semana de la Moda de París también invitó a presentar sus propuestas a Hermès y Cifonelli. EFE