La marca española Desigual desfiló este viernes por tercera vez en la Semana de la Moda de Nueva York y exhibió su creciente capacidad para atraer a las mejores modelos, como Adriana Lima o Poppy Delevingne, con una colección veraniega que agita la coctelera cultural para que la mujer sea piropeada sin complejos.
«Say something nice» (di algo bonito) es el título de esta extensa colección de Desigual, que compartió jornada con BCBG de Max Azria, y la profusión de piropos pregrabados antecedió a la llegada de las modelos como una declaración de intenciones: la mujer que los empresarios catalanes proponen para la temporada primavera-verano 2015 sale a la calle a deslumbrar sin avergonzarse.
«Me encanta todo su diseño de Desigual. El positivismo, los colores que emergen. Con esta colección estoy muy emocionada. Hay muchos estampados florales, pero a su vez los colores son mucho más sutiles. Muchos maxivestidos, pantalones estilo harén… La atmósfera es muy agradable. Siempre feliz, cómodo, sofisticado y disfrutable», explicó a Efe la brasileña Adriana Lima, minutos antes de abrir el desfile.
La modelo aportó voluptuosidad y naturalidad a partes iguales a la ropa de Desigual, marca que para el invierno convocó a otro «ángel» de Victoria Secret, Candice Swanepoel, y que esta vez ha hecho un dúo de ases con Poppy Delevingne, una de las niñas malas de la moda y hermana mayor de Cara Delevinge.
«Soy una persona muy feliz, así que la marca me va muy bien. Es muy emocionante, porque es una marca que siempre he adorado. Todo se reduce a pasarlo bien y a llevar una ropa adorable. Es una energía muy positiva», explicó.
Tanto relumbrón no consiguió desviar la atención del verdadero motivo de la cuestión: una colección que consolida la relación de los catalanes con el exquisito Christian Lacroix.
El diseñador francés pliega su talento otrora lóbrego y barroco (que se demostró insostenible económicamente) al espíritu liviano (e impúdicamente comercial) de esta marca, al que da un plus de sofisticación sin quitarle sus claves identificativas: el estampado y el «patchwork».
Manel Jadraque, director general de la firma, define la colección como «happy folk». «‘Happy’ porque Desigual es ‘happy’ y ‘folk’ porque vamos a ver muchos ambientes tribales, étnicos… Es un mix de culturas y hay muchas flores, muchas, muchas flores», asegura.
Y, efectivamente, con un único hilo conductor que es la corona de flores al estilo hawaiano, sus modelos más que caminar por la pasarela recorren el mundo: desde el estampado frutal en vestidos cortos y tops al print andino en camisas con reminiscencias de poncho, del brocado eslavo al motivo persa. Y por supuesto, siempre queda un regusto mediterráneo.
Los tejidos dominantes son el algodón y el chifón. La paleta de colores infinita, aunque quizá donde más brilla el equilibrio de la comunión Desigual-Lacroix, es en el blanco y negro.
Y el espectáculo, que por un momento se acerca a la viñeta de cómic con bocadillos de diálogo portados por las propias modelos, termina con un reparto de pétalos de rosa.
Una conclusión clásica para un recorrido floral que pasa por las dalias mexicanas, las rosas del desierto, el hibisco tropical o las margaritas. Todo en ropa que, nunca lo han ocultado, está destinada a un público mayoritario y al día a día.
«Las flores me gustaban desde pequeña, me gustaba hacer a la gente sonreír con las flores. Esa la filosofía de Desigual, hacer que la mujer sea feliz en su propio cuerpo y me parece una gran filosofía. Es una gran manera de empezar la semana de la moda«, dijo a Efe la actriz Rosario Dawson, actriz que ilustró un «front row» en el que, a la derecha de Jadraque, estaba la «it girl» del momento, Olivia Palermo.
Con su sabiduría para la puesta en escena, con su dominio de todo lo que rodea a esos escasos minutos de desfile, Desigual convivió la propuesta diametralmente opuesta de BCBG de Max Azria, que apostó por una ligereza limpia, de colores diluidos y cuyo poder no está en lo ardiente sino en lo etéreo.
La colección del diseñador tunecino tiene ecos bohemios de esa clase alta que se va de vacaciones al mediterráneo africano y olvida la rigidez urbana, basa sus estampados en el trabajo de tapices de la región y el llamado «color reform».
El objetivo de esta colección era combinar la elegancia atemporal con las siluetas despreocupadas y se puede decir que Azria lo consigue: apaga un atrevido escote en uve en seda en rosa palo con una cara lavada y un cinturón bajo de punto acolchado y lazo lateral. Elegancia con la libertad de aflojar sus nudos.
Y así, la marca no solo sopló sus 25 años en la moda, sino que también supuso un soplo de aire fresco para la Semana de la Moda de Nueva York, que en los próximos días mostrará las nuevas tendencias que apuntan firmas tan reputadas como Carolina Herrera, Marc Jacobs o Calvin Klein Collection. EFE