El modisto alemán Karl Lagerfeld firmó una colección de alta costura otoño-invierno para Chanel que destiló modernidad por los poros de un siglo XVIII que trasladó a la Semana de la Moda de París en un decorado inspirado en Le Corbusier.
El Grand Palais, lugar en el que habitualmente desfila esta firma, recreó el desaparecido ático de los Campos Elíseos del aristócrata francés de origen español Charles de Beistegui diseñado por el célebre arquitecto franco-suizo en 1930.
Con vistas panorámicas sobre la capital francesa, este apartamento, hoy desaparecido, aportó un soplo nuevo a la señorial París, un contraste que Lagerfeld quiso trasladar a sus diseños, vistos desde la primera por los artistas estadounidenses Kristen Stewart, que sorprendió con su pelo corto, y Jared Leto.
Las sandalias planas de dedo -en una colección invernal, sí-, los bolsos en bandolera y los peinados alborotados de sinfonía «punk» fueron los destellos contemporáneos de unos conjuntos que rescataron los pololos y el volumen del vestido a la francesa.
Los pantalones bombachos que se utilizaban como ropa interior en el siglo XVIII despuntaron como bermudas bajo las faldas de la pasarela de Chanel.
Los delicados arabescos y brocados, así como los trabajados bordados de flores en relieve o las geometrías de pedrería fueron el mejor homenaje a una técnica tradicional que esta casa francesa salvaguarda en sus talleres.
La colección se mantuvo en el negro y en el blanco, acompasados con oros y platas, y pocos colores, como el rojo, el lila o el azul, pudieron acceder a esta reducida paleta cromática.
Las líneas rectas de los corpiños y las hombreras convivieron con las formas curvas, como las de las semicircunferencias que Lagerfeld encadenó en los bordes de algunas prendas.
Los abrigos, ajustados en la parte superior y en la cintura, se fueron ampliando en una superposición de efecto trampantojo con vestidos y pantalones cortos.
Los cuellos subieron rectos en una circunferencia abierta en el frente, mientras que los trajes de noche optaron por extensos escotes barco y por palabras de honor, a veces coronados por plumas.
La depuración de las prendas blancas, como el espacio en el que se celebró el desfile, cedió el protagonismo a los cortes y a los meditados bordados, mientras que el «tweed» se apoderó una vez más de un espectáculo en el que se mostró jaspeado, en retícula o deshilachado.
La novia de Chanel rememoró el pasado con un vestido de moderado volumen, decorado con una hilera de botones dorados y cubierto con una larga capa de brocados.
Detrás de la cabellera de punta, unos sombreros situados en vertical, como una gorra con la visera hacia la nuca o un «canotier» desigual, completaron los conjuntos, en los que los lazos rodearon el tobillo, ya sea para sujetar las sandalias o para ajustar las botas que subieron por encima de la rodilla. EFE