La Semana de la Alta Costura de París llegó a su fin con la colección del venezolano Óscar Carvallo, que en un desfile organizado con rigor desde el «backstage» reclamó la atención internacional hacia su país, donde la gente «quiere luchar por la libertad».
«Esta colección está inspirada en la situación que está viviendo Venezuela en este momento y en la guerra civil que tenemos», aseguró el modisto a Efe minutos antes de dar el pistoletazo de salida al espectáculo.
Los diseños estructurados en cuero troquelado, con redecillas, en delicada malla metálica o en vinilo transparente fueron los últimos que se mostraron en esta edición de la Semana de la Alta Costura parisina.
Las alusiones bélicas fueron constantes, tanto por los accesorios de balas, como por las hombreras doradas y las formas duras en tonalidades metálicas, puesto que Carvallo quiso usar este escaparate para que el mundo sea consciente «de lo que está pasando en Latinoamérica».
Las modelos, con unas uñas postizas en las que había un proyectil pegado, iban peinadas con una cola de caballo y maquilladas con oscura y profunda mirada.
Al llegar al espacio reservado en el Ayuntamiento del cuarto distrito de París, una persona ayudaba a cada una a quitarse sus vaqueros y camiseta de calle y, en medio de todo aquel que revoloteara por el pasillo en ese momento, les enfundaba cuidadosamente los trabajados conjuntos.
Se escuchaba hablar castellano al equipo de Carvallo, en el que trabajan varias venezolanas y una boliviana, mientras que las modelos, entre las que se encontraba la mexicana Daniela de Jesús Cosio, se comunicaban en inglés.
En plena excitación previa al desfile se resolvieron imprevistos a toda rapidez: se cosieron rellenos para ajustar el corpiño, se acordó el intercambio entre chicas de zapatos que quedaban muy ajustados y la plancha dio sus últimos movimientos.
«Vamos a empezar», avisó en inglés Carvallo a todo el personal, desde las modelos situadas en fila para salir a la pasarela, hasta los equipos de maquillaje y peluquería que daban los últimos retoques y los fotógrafos que inmortalizaban el momento.
El modisto había supervisado de cerca que la presentación respondiese a sus expectativas e incluso ayudó personalmente a la novia con la diadema y el velo.
Iniciado el desfile, la solemnidad se apoderó del «backstage» y sólo lo alteraron las carreras de las que regresaban para cambiarse y volver a salir a la pasarela con otro conjunto.
La colección cerró con diseños que habían perdido la agresividad, con inocentes garabatos infantiles ajenos al peligro, vestidos largos de líneas curvas, y con un traje nupcial que para Carvallo representó la paz.
El final del desfile fue el broche de oro al trabajo del diseñador, mientras que para las modelos se convirtió en un efímero momento de relax dentro de una ajetreada agenda.
La jornada comenzó con la colección de Serkan Cura en el calendario oficial, al que siguió la del libanés Zuhair Murad, en el que se encontraba entre el público una joven de dieciséis años que buscaba un diseño de alta costura para una boda.
Entre los modelos que pudo apreciar, hubo largos vestidos con líneas geométricas desordenadas recubiertas de pedrería o cócteles con mucho vuelo, en tonalidades que oscilaron del verde jade, el azul zafiro o el rojo carmín.
Ralph and Russo presentó además su segunda colección, de la que tuvieron todavía «mejores comentarios que de la primera», exclamó con orgullo el director de la compañía, Michael Russo.
La obra de la modista de la firma, Tamara Ralph, contó con «una gran mezcla de texturas», como explicó tras un desfile en el que sobresalieron los bordados en 3D, la fluidez del chifón, la consistencia del terciopelo y el brillo del satén duquesa.
En estos cinco días de Alta Costura, el calendario oficial ha acogido igualmente las colecciones de firmas como Chanel, Dior, Schiaparelli, Jean Paul Gaultier o Elie Saab. EFE/Mercedes Álvarez