La duda sigue cerniéndose sobre Alexander Wang: ¿está el “enfant terrible” de la moda neoyorquina dando un paso en falso hacia la madurez?
Su nueva colección en la Semana de la Moda volvió a tener una puesta en escena espectacular que disimuló lo que, en lo textil, estuvo lleno de flaquezas.
No faltaron Lady Gaga o Nicky Minaj. Wang tuvo la genial idea de hacer su desfile en una gran sala de cine, con la pasarela por delante de la pantalla y el público sentado en anfiteatro.
En las pantallas, antes y después del desfile, imágenes de iconos pop como Michael Jackson y no cabe de duda de que su fiesta después del desfile (que terminó casi a las 10 de la noche) será divertida y cotizadísima.
Pero, ¿y la ropa? Gracias por preguntar. Después del patinazo neogótico del pasado febrero, Wang se lanzó a lo urbano sin paracaídas y salió con más de algún rasguño. Corrió el riesgo de combinar lo incombinable (sudaderas de capucha con faldas de saco, por ejemplo) pero también a veces simplificó hasta niveles de moda low cost (¿camiseta blanca a qué precio?).
Hubo algunos aciertos, como dar un giro de glamour al mono obrero o apostar por la prenda estrella del momento, el peto, sin quedar demasiado obvio, o las rayas acharoladas de un pantalón ancho.
También consiguió llamar la atención su empeño en dar la vuelta a la tela vaquera y crear un pantalón-falda (que no falda pantalón) en la que las piernas del “jean” habitual salían disparadas hacia fuera.
Por lo demás, mucho relleno de rejilla, de camisas a cuadros oversize, de referencias militares y de juegos de cremalleras y deshilachados.
La sensación de popurrí, de retales colocados de manera aleatoria empieza a pesar demasiado sobre la imagen de Wang como para intentar buscarle una vuelta conceptual a lo que simplemente no funciona, igual que a todo adolescente le llega el momento de comportarse como un adulto. EFEUSA