La casa italiana Giorgio Armani Privé celebró la vegetación y la estética oriental en su colección primavera-verano de Alta Costura, que recibió los aplausos del público en su desfile de la Semana de la Moda de París.
El modisto octogenario es uno de los creadores más veteranos que se mantienen en el circuito, a la cabeza de una firma que lleva su nombre y esta noche en la capital francesa demostró por qué sigue siendo uno de los grandes.
El evento en el Palacio de Tokio, además de recibir el apoyo de la clientela, contó con una primera línea de lujo, gracias a la presencia de la actriz franco-británica Kristin Scott Thomas, la estadounidense Robin Wright y la española Paz Vega, además de la directora de la edición estadounidense de la revista Vogue, Anna Wintour.
La falda-pantalón, ya fuera en gazar de seda o en organza, fue la prenda utilizada para revisitar el traje de chaqueta y proporcionarle una brisa oriental con partes de arriba largas, sin solapas y anudadas en el frente.
El modisto, que lleva cuarenta años al frente de su casa de moda, trabajó sus diseños con la intención de reproducir un ambiente vegetal.
Así, los plisados simularon la corteza de los árboles, el bambú se imprimió sobre la seda o se dibujó como encaje y la paleta disfrutó de los verdes y de otros tonos pastel.
Los bordados demostraron la experiencia de Giorgio Armani Privé, que no encontró dificultades en recubrir sus modelos con cristales Swarovski, azabache o lentejuelas.
Antes de que se hiciera de noche, había surgido la colección primavera-verano del francés Stephane Rolland frente a una cristalera con vistas al Sena, desde la que también se vislumbraba la Torre Eiffel.
El repertorio desarrolló los blancos, iluminó los plateados y dorados y asumió los negros en unas prendas que, como acostumbra el diseñador, ostentaron volúmenes estructurales y fluidas transparencias.
Las ondas y las flores fueron el hilo conductor de un catálogo que introdujo abultados guardainfantes que, bajo transparencias, dejaron al descubierto la estructura de la jaula.
Los pétalos aletearon como volantes sobre el miriñaque, al igual que los flecos negros de un vestido largo se balancearon a cada paso de la modelo.
La musa de Rolland, la española Nieves Álvarez, también desfiló en esta ocasión en una pasarela que abarcó desde amplias prendas en línea A hasta consistentes corpiños metalizados.
En el costado, el diseñador construyó aperturas que como una cala o setas doradas surgieron del cuerpo, y abrió una ventana transparente en el frente de una falda.
Por su parte, el creador Julien Fournié, francés descendiente de españoles en el exilio, desarrolló su concepto de la Alta Costura desde los patrones, los estampados y los complementos.
Su falda de tubo de talle alto cosió la silueta de la modelo y los vestidos se abotonaron en el frente de tal manera que, al verlo por delante, podía parecer que una única tela envolvía el cuerpo.
Los finos pliegues flotaron en un vestido de lunares y las lentejuelas de tamaño medio reflejaron la luz que recaía sobre todo el modelo.
El mar coloreó de turquesa las prendas y convirtió los collares en corales, en una colección que destacó por sus complementos.
Los racimos de abalorios en las joyas fueron creciendo hasta llegar a rodear el torso, como esquemáticas chaquetas de metal y resina; el calzado fundió un Oxford con deportivas de plataforma y un bolso rasgó el cuero en étnicos flecos de colores.
El desfile floral de Karl Lagerfeld para Chanel despertó esta mañana al mundo de la moda, en una jornada en la que también se descubrieron las colecciones del brasileño Gustavo Lins, único latinoamericano en el selecto club de la Alta Costura; Alexandre Vauthier, que ha sido admitido como nuevo miembro, y Bouchra Jarrar. EFE