Activista se desnuda para cuidar animales víctima de tráfico

  • La activista brasileña de Greenpeace Ana Paula Maciel, que pasó cien días en una prisión rusa acusada de piratería por el Gobierno de Vladímir Putin, posará desnuda en la revista Playboy y, con el dinero que reciba, creará una reserva para animales víctimas de tráfico, según dijo a Efe.

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    «Es un proyecto mío, a corto y medio plazo, Greenpeace no intervino en mis negociaciones con la revista y la ONG respeta mi individualidad y autonomía como mujer, hago con mi cuerpo lo que quiero», explicó a Maciel en una entrevista telefónica.

    Maciel afirmó que está negociando con la edición brasileña de Playboy el «caché» de la sesión fotográfica, aunque admitió que «probablemente no será suficiente» para costear todas las obras de la reserva de animales.

    La activista de 32 años no confirmó si ya ha realizado la sesión fotográfica desnuda, aunque el fotógrafo André Sanseverino reveló que el contrato entre ambas partes ya había sido firmado y que las instantáneas estaban ya hechas.

    Este será el segundo trabajo de Maciel con la revista masculina, después de que apareció en bikini en unas fotografías que ilustraban una entrevista concedida a este medio en su número de marzo.

    Asimismo, Maciel dejó claro que dichas fotografías «no apagarán» sus diez años de activismo.

    La bióloga de Río Grande do Sul (en el sur de Brasil) fue detenida el 19 de septiembre del pasado año junto a otros 27 activistas y dos periodistas en la embarcación de Greenpeace, Arctic Sunrise, tras una protesta contra una plataforma de la empresa rusa Gazprom en el Ártico, donde la estatal busca petróleo.

    Tras 100 días de prisión en Murmansk (noroeste de Rusia), Maciel y sus compañeros recibieron la amnistía del Ejecutivo ruso aunque según revela, «nadie sabe por qué» la investigación sigue abierta.

    «Pese a que estamos amnistiados, no cerraron la investigación ni retiraron las acusaciones, yo tengo una ficha policial en Rusia que dice que fui acusada por la justicia, nadie sabe si soy culpable o no porque no hubo juicio y recibí una amnistía por un crimen que no cometí», insiste.

    La bióloga asegura que no abandonó el activismo pese al mal trago del asalto «violento» de las tropas rusas en el navío Sunrise, que, explica, invadieron «sin identificarse y con la cara tapada».

    Según denuncia, la acción militar «violó varias leyes internacionales y federales rusas» como la de detención en aguas internacionales y la propia rusa que obliga a acusar a un detenido en las 48 horas posteriores a su prendimiento.

    «Pasamos mucho miedo y algunos compañeros han dejado Greenpeace, cada uno encaró el proceso de una manera diferente pero yo no pretendo dejar de luchar por las causas ambientales», persevera.

    A su juicio, «fue una injusticia muy grande» que pretendía «subyugar procesos pacíficos e intentar acabar con la libertad de expresión».

    En su caso, Maciel sintió el apoyo de las autoridades de su país, que envió a representantes de la embajada brasileña en Moscú para acompañar el proceso comenzado contra su conciudadana.

    «El Gobierno brasileño hizo todo lo que pudo, en todo momento sentí su apoyo, determinante en algunos momentos» como, según recuerda, en la petición de cambio de traductor de portugués y ruso del juicio porque «claramente no estaban en condiciones».

    Durante el proceso, tuvo que vivir en condiciones «miserables» en una prisión de presos comunes, donde «dejaban las luces encendidas durante todo el día y la radio durante más de 16 horas».

    A pesar de ello, aquella «tortura mental» no ha conseguido que Maciel abandone el camino del activismo pacífico: «lo que no me mata me hace más fuerte», concluyó. EFE

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