Por Patricia Martinez.
Podemos tener cualquier cosa, a cualquier hora, a cualquier precio, pero, sin embargo este beneficio, mal utilizado podría quitarnos la posibilidad de valorar lo importante de verdad; ya que donde abunda el exceso (por ejemplo de bienes materiales) podría carecer la capacidad de valorar lo simple, y que no se compra con dinero.
Entonces la respuesta, es aprender a despegarnos. Despegarnos de nuestro egocentrismo, y llevar una vida más simple, elevando nuestra mirada a todo lo que tenemos, y tenemos mucho más de lo que nos falta.
Despegarnos de nuestras creencias de “aquella cinturita de avispa” o “esas piernas largas” cuando en realidad sería mucho más enriquecedor, hacer las paces con esas piernas cortas o cintura poco definida que tenemos, aceptando que este, es el único cuerpo que tenemos.
El desafío es grande, pero, si empezamos a amarnos más, simplificaremos muchos de nuestros dilemas con el ropero, entonces, revisar lo que tenemos en casa, por lo que nos estresamos frecuentemente, sería un problema menos.
Encontrar que ponernos no tiene que ver con comprar mucha ropa, ni tener un ropero lleno de opciones, al contrario, cuanto más ropas tengamos menos posibilidades de encontrar que ponernos tendremos.
El aprendizaje está en vivir una vida más sencilla, conocer nuestro cuerpo, lo que podemos mejorar y lo que forma parte de nuestra genética, y aceptar que no somos sólo unas piernas cortas caminando, somos personas, con cuerpo, alma, ropa, y es así que los demás nos perciben y nosotras construimos nuestra mejor versión.
Por eso, es necesario aprender a soltar, a despegarnos para poder abrir espacio a lo nuevo, y a lo que hoy tiene sentido en nuestras vidas.
Establecer límites en nuestras vidas, despegarnos, por más paradójico que parezca no limita nuestras vidas, sino todo lo contrario, nos libera, nos permite crear espacios con calidad, y menos cantidad.
