Quien depende económicamente, depende emocionalmente

  • Cuando uno pasa un mal momento es sano aceptar la ayuda de los otros, así como cuando está en un buen momento si puede ayuda, pero cuando esta ayuda se vuelve sistemática, esta ayuda deja de ser tal y se convierte en asistencia.

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    Un adulto sano trabaja y produce para mantenerse, no es posible pararse en la salud mental desde un lugar de dependencia económica, porque quien depende tiñe todo su sentir, toda su visión de la conveniencia en sostener esa situación de dependencia.

    Quien depende se niega a madurar, a autovalerse y con esta decisión resigna su propio valor, su autoestima, cercena él mismo su capacidad.

    Pero claro está que para bailar un tango hacen falta dos, para amar hacen falta dos, para pelear hacen falta dos y para depender hace falta quien genera la dependencia.

    En esta situación están padres que siguen sosteniendo a hijos pasadas las 3 décadas, hombres que dependen de sus mujeres y mujeres que dependen de sus maridos.

    Cuando uno pasa un mal momento es sano aceptar la ayuda de los otros, así como cuando está en un buen momento si puede ayuda, pero cuando esta ayuda se vuelve sistemática y el ayudado espera la ayuda del ayudador para decidir, para caminar, para fluir, para seguir, esta ayuda deja de ser tal y se convierte en asistencia, pasan de ser iguales (en el caso de las parejas) a una relación parasitaria donde un bicho grande produce y el bicho pequeño se nutre del grande, como serían los piojos en la cabeza de un niño.

    Ocurre en este estado que el sexo se resiente, porque en el caso de las valiosas mujeres paraguayas, fuertes desde la cuna hasta la tumba, al asistir a su pareja el erotismo sale por la ventana, ya que la mujer necesita admirar al hombre y por lo general, lo que se admira es la capacidad de protección, totalmente nula en un dependiente económico. Luego se resiente el gran bálsamo del amor, el humor, y luego es un agujero negro del que ya no se sabe cómo salir.

    En el caso de los hijos es aún más lastimoso, ya que quienes tuvieron que darles las armas al hijo para que un día se sostenga solo en la vida y más adelante pueda devolver lo dado eran los propios padres, que a veces, para conservar la compañía del hijo prefieren sostenerlo a perderlo sin darse cuenta de que un ser humano sin trabajo, sin dignidad, ya está perdido.

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