- septiembre 19, 2013
Si hay algo que no perdí a través del tiempo es la audición. Toda la vida escuché la música a los gritos. Y al correr uso los audífonos al máximo. Mismo así, es tanto lo que escucho que ya me molesta. Tengo ‘hiperaudición’.
A continuación una lista de circunstancias y acciones que me hacen muy difícil el reposo nocturno.
Para empezar, el perrito de mí vecina, el diminuto can no para en todo el día de ladrar. Como la casa de al lado es una caja, retumba y suena como si tuviera altoparlantes. Ahora me pregunto, a los perros, ¿no les duele la garganta?
Como tampoco yo soy una vecina ejemplar, ya que como les había comentado mis hijos se destacan en el llanto tipo exorcismo, entonces no tengo cara para quejarme con la vecina del lamento eterno de su perro. Ella me dirá: “Si mi reina! Tenes razón, pero tus hijos chillan como si fuera que ¡les estas sacando el corazón con la mano!” Entonces, ¡nah!
¿Me parece a mí, o realmente molesta esa puerta que chilla a mitad de la noche cuando uno/a se le ocurre buscar un artículo del ropero? Ese momento donde todo suena más fuerte. Y decís, mañana sin falta le coloco aceite. Mentira al día siguiente ni te acordás.
El viento y las ventanas… ¡Nooo! Esta casa tiene 164 ventanales. Ahí voy yo buscando papelitos en plena noche para doblarlos y meterlos entre la madera. Con razón hay varias recetas médicas y órdenes de análisis que jamás volví a encontrar.
La corrida, la edad y el petit sobrepeso que adquiero hacen que uno de mis tobillos cruja. Pise como pise. Mi varón me dijo el otro día: “¡Ma! cuando vos te acercas a mí, ya sé que sos vos. Tu pie hace un ruido raro” ¡Cuak!
El constante goteo de la cisterna. De no creer. Si es la que cuelga de la pared tengo que subir a la tapa del wáter. Meter la mano y a ojo trata de colocar bien la tapita que va al caño. ¡Ya sé dónde pisar! No sea que pise el centro y si la tapa es de mala calidad, más los kilitos me voy al fondo del inodoro. ¡Por Dios! ¡Basta de caídas estúpidas!
Ahora si es la cisterna de cerámica bajita pues saco con cariño la tapa y ahí si es más fácil. Pero solucioname de una vez ese molestoso ruido tipo cascadita que a mí de incita a otra cosa. Las mujeres saben de qué hablo. Me pasa peor cuando me rio.
Parece mentira cuando más silencio hay, tu estómago -o el de tu compañero de habitación llámese hijo/a y/o marido- decide expresarse. Ya sea por hambre, ya sea que desde que recuerdo vivo de dieta solo que mi cuerpo no se enteró aun. O porque está realizando el proceso de digestión. No hay solución. O me levanto a comer o le bajo un tecito digestivo.
Con esta paranoia del dengue a las 17 horas se cierra la casa herméticamente. Se utilizan casi 2 frascos de veneno. Que a nadie se le ocurra querer entrar o salir. El marido monta en cólera si ocurre eso. Y yo detesto estar encerrada. No puedo oler si se está cocinando algo, entonces es el intercambio de pareceres por no decir algo más soez.
Todo esto, para que finalmente un mosquito se decida pasearse sobre uno de tus oídos. ¡Noo! Entonces comenzás a cachetearte tratando de darle al insecto volador. Ahí se levanta el atlético de mi marido y el bóxer con caricaturas empieza con las almohadas, la cacería diaria (de noche) seguido de: “Te dije que cierres las ventanas! ¡Acá no se puso el veneno! . Yo muero de la risa”. Las paredes y el techo están a motas de los cuerpos sin vida de estos molestos bichitos.
Vuelta la calma, vamos de nuevo, estoy conciliando el sueño. A mí que tanto me cuesta. Después de tomar té digestivo más el té de tilo concentrado. Cuando todos durmieron y ya todos los ruidos molestos antes citados logré superar. Maté (o sea maridito mató y él ya duerme feliz) los mosquitos, arreglé la cisterna, el perro sigue ladrando y todo lo demás. Después de respirar profundamente y así llegar a la relajación para luego llegar a los ronquidos. Sí señores, el ronquido del marido. Santo Cielo. No es justo. ¿Acaso estoy pagando una promesa? ¿Es un chiste? ¿Una cámara oculta?
Entonces ahí me levanto, tomo mi almohada y voy en busca de algún lugarcito entre las piezas. Y como el varoncito mío tiene bruxismo (aprieta y mordisquea los dientes) salgo despavorida nuevamente.
Para que me acueste con Flavia, que habla en sueño o se levanta sonámbula a hacer pipí en el mueble que está a la salida de su pieza. ¡No! ¡Esto no es un hogar! ¡Es un manicomio!
Paré de sufrir ya a esa hora sin dormir, tengo hambre. Porque díganme que no se puede dormir con hambre, es horrible. Pues me bajo, como algo, y veo una linda película de terror. A los 5 minutos a la velocidad de la luz ya estoy debajo del edredón al lado de mi maridito.
Con los calculos realizados para las 3 de la mañana ya esté durmiendo. Tienen que ver mi cara a las 6.30 AM.
Así es mi gente bella. Esas son algunas de las noches de mi vida.