Una persona debería ser capaz de gobernar a las palabras y no permitir que estas te gobiernen.
En el 99,9% de los casos cuando conocemos o presentamos a una persona mencionamos su nombre y posteriormente en voz baja o simplemente en nuestro pensamiento dejamos algún “rótulo”. Por ejemplo; es «negro», » comunista», «protestante», «católico», «judío».
Enseñamos a los niños el significado de las palabras antes de que sean capaces de comprenderlas cabalmente y rebelarse. Y con léxicos les educamos el temor, el prejuicio, todo tipo de cosas. Y hablando de las palabras como un fenómeno distanciador y en muchos temas hasta discriminador.
No hace falta más que escuchar el rótulo para que uno crea saber todo al respecto. Nadie se toma el trabajo de cuestionarse si…: «¿El comunista llora?» «¿El católico percibe?» «¿El negro tiene para comer?» «¿El judío trabaja por su país?» quedan solo en eso, palabras.
Una persona debería ser capaz de gobernar a las palabras y no permitir que estas te gobiernen. Una palabra significa algo….sólo luego de haberlo averiguado, no cuando alguien te diga su significado.
Los seres humanos son mucho más que un “rótulo”. En nuestra sociedad esto es una constante. Buscar la forma de “agrupar” en ciertos significados que no siempre son lo que esas vocales o consonantes quieren decirnos realmente.
La vida también se trata de eso, de desprender y liberarse de aquello que simplemente es innecesario. Hoy te invito a que te ¡LIBERES DE LOS ROTULOS!