Vivir nuestra propia vida y no desistir de los sueños, son algunas de las claves para lograr la verdadera felicidad.
Desde que llegamos a este mundo, toda novedad siempre es una conquista. Desde nuestros primeros pasos sin la ayuda de nuestros padres, el primer día de clases, o el latido impetuoso de nuestro corazón por aquel primer gran amor.
Lo que nos sucede por primera vez siempre nos cuesta el doble y quizás por eso la huella es imborrable. Lo que conseguimos con esfuerzo siempre lo disfrutamos más.
En mis años de experiencia profesional siempre me tocó comenzar algo nuevo o trabajar en un lugar atípico. Siempre les digo a mis amigos que nací para ser conejillo de indias.
En el periódico donde inicié mi trabajo en periodismo deportivo era la única mujer en el staff, luego en el Club Libertad comenzamos el primer departamento de prensa de un club de fútbol en Paraguay y más tarde en la selección paraguaya de fútbol me tocó implementar nuevas reglas para la prensa como las ahora casi normales prácticas a puertas cerradas.
Más allá de lo profesional, también experimenté caminos no usuales. Di a luz a mi hijo Juan Pablo a miles de millas de mi país, y pude tenerlo cerca las 24 hs. del día a pesar de estar en terapia intensiva, y a tan solo 16 días de nacer, lo tuve que despedir físicamente en mis brazos.
Muchas veces me dije a mi misma que debía comenzar a buscar caminos “más normales” y tratar de amoldarme a la típica mujer de mi edad, pero cada nueva circunstancia de mi vida me respondió que no, que no hay nada de malo en seguir otras recetas para la felicidad.
Con esto no digo que quienes experimentan una vida típica estén errados o no sean verdaderamente felices, sino que todo lo contrario.
Debemos acostumbrarnos a no presionar a los demás para que sean iguales a nosotros, y si es posible brindémosles nuestro apoyo cuando así lo necesiten. Muchas personas desisten de sus sueños por miedo a no ser lo suficientemente buenos o por sentirse muy solos. Y esto también puede ocurrir a un hijo que desee seguir una carrera tradicional en un hogar donde los padres se destacaron por ser revolucionarios en su trabajo.
Vivir la vida de los demás si se convierte en un laberinto de infelicidad. Porque aunque la nuestra esté cargado de cosas nuevas, y difíciles de asimilar, en un principio no hay nada más bello que mirar atrás y saber que a pesar de nuestros errores y nuestros aciertos, tanto las caídas como las revanchas tienen nuestro propio sello.
No hay nadie mejor que nosotros mismos para agregar los ingredientes a la receta propia de la felicidad. Como decía la gran cocinera Julia Child: “Aprendé a cocinar, probé nuevas recetas, aprendé de tus errores, no tengas miedo, y sobre todo divertité”.