- diciembre 4, 2013
Coincido en la necesidad de acabar con el contrabando que nos está destruyendo. Pero no sé si es este el camino.
Me duele ver a compatriotas disparándose entre sí, poniendo en riesgo la vida de chiquitos, chicos que definitivamente merecen un futuro diferente. Entiendo que el contrabando nos deja sin futuro. Pero, ¿qué oportunidades les estamos dando a estos vendedores, qué opciones les dimos para que no se dediquen a esto?
Es un tema demasiado complejo y lo pensé una y mil veces antes de escribir sobre el tema. Pero sentí la necesidad de plasmar mi idea y quiero compartirla con vos. El contrabando es un flagelo que existe desde siempre. Obviamente no con la intensidad de ahora, pero es un clásico. Es un monstruo que se dejó crecer hasta ahora, tanto que en cada esquina encontramos vendedores de aceites y jabones en polvo sin ningún control de calidad.
El Ministerio de Industria y Comercio afirma que el volumen de contrabando casi iguala al comercio formal. Es decir, tras un mapeo se constató que entre 35 y 40 por ciento de las mercaderías comercializadas ingresan de contrabando. Además, se proyecta una economía desastrosa en el 2014 con sueldos y salarios que van a parar a Clorinda y Formosa.
Todo esto es real. Es cierto. Pero hay que ser sensatos en reconocer que todas las autoridades que pasaron hicieron la vista gorda y dejaron que el contrabando se vaya apoderando del país. Está bien atacarlo. Alguien lo tenía que hacer. Solo que no sé si en un país como el nuestro, el camino correcto sea -de la noche a la mañana- sacarles todas las mercaderías a los paseros y prohibirles cualquier venta. Es que aquí no les damos demasiadas opciones.
La señora que se dedica a vender galletitas en la esquina, soportando 45 grados de calor, no creo que sea la mujer más feliz del mundo, ella entiende los riesgos que implica y el sacrificio que es juntar una plata para hacer las compras con la posibilidad de perderlo todo. Pero, ¿acaso ella tiene otra oportunidad? ¿Alguien se la va a dar?
No defiendo el contrabando. Sé que por culpa de este mal muchos empleados de las grandes empresas perdieron sus empleos. Solo planteo que a los paseros, lancheras o bolsoneras, como quieras llamarle, se le den otras opciones de formalización. Y si no hay manera, capacitarlas para que se puedan dedicar a otra cosa. Estas personas no tuvieron acceso a educación porque el Estado jamás les proveyó.
Reitero. El contrabando nos está matando. Pero demos oportunidades de formalizar nuestra economía. Y midamos con la misma vara, seamos tan severos con todos los involucrados en la actividad comercial.