- agosto 27, 2013
Por qué somos tan ingratos con los pueblos originarios jamás lo voy a entender. Ésta tierra que habitamos, y que tanto destruimos, les pertenece. Y son ellos mismos los que con heladas y las temperaturas más bajas del año deben permanecer con sus niños y mujeres en la vereda, esperando la solidaridad de transeúntes ante la ceguera y absoluta falta de gestión del Estado.
Estoy hablando de los indígenas instalados frente al INDI. Son los que vienen de Caaguazú y entiendo que hay dirigentes que han negociado con los víveres entregados o las tierras otorgadas. Esa fue la primera respuesta de las autoridades cuando una mañana de mucho frío, instalamos el tema, al ver a bebés solo con su pañal puesto cuando el resto de los adultos estaba con bufandas, poleras, gorras y camperas.
Comprendo que ya no hay ganas de ayudar cuando los mal llamados «dirigentes» han demostrado con creces que solo «utilizan» a sus niños para conseguir sus «reivindicaciones». Pero no se puede anteponer esa situación a una realidad lacerante que está a la vista de todos. Esos bebés no pueden estar desnudos con menos de cero grado en nuestras calles.
No hay nada que discutir. La dignidad de las personas está por encima de todas las cosas y es el fundamento de los derechos humanos.
Son dos cosas que van en paralelo. Mientras las nuevas autoridades ven cómo negocian con los líderes indígenas su permanencia o retorno a sus bases, AHORA deben proteger a los niños y mujeres. Hay albergues, carpas climatizadas habilitadas y que tanta propaganda han hecho en los medios, y es AHORA que deben llevar a los más afectados a protegerlos.
No pueden pasar una noche más en la vereda, con los mocos congelados y los pies ya entumecidos. Estos chicos no tienen el tiempo para esperar las «reuniones interinstitucionales». Para ellos, mañana puede ser tarde.