Terminaron las vacaciones, y pensar cada mañana que nos pondremos para ir a trabajar puede llevarnos mucho tiempo si no encontramos una manera clara y eficaz de vestir de acuerdo a la vida que llevamos.
Adherirnos a definiciones de lo que se puede y no se puede usar podría influir a que nos veamos poco motivadas y con pensamientos negativos hacia donde pasamos la mayor parte del tiempo.
Considero importante que empecemos a mirar las cosas con energía positiva y de una manera diferente, escogiendo que vamos a vestir pensando en valorarnos y valorar más nuestro trabajo.
Para eso, es importante que todo se resuma en una palabra: Comodidad.
Comodidad personal: hablamos de un código del vestir que tiene como prioridad proporcionar comodidad física, de esa ropa con la que podemos sentarnos y levantarnos sin la necesidad de estar pendientes todo el tiempo de que una falda sea demasiado corta, o que vuele un botón en cualquier momento.
Si trabajar es lo que más hacemos todo el tiempo, entonces esa ropa que llevamos al trabajo no puede lastimarnos, ajustarnos, hincarnos, sino permitirnos doblar los brazos para sostener maletines, levantar cosas encima del armario sin mostrar la panza, caminar algunas cuadras para ir a almorzar o subir al ómnibus con tranquilidad.
Comodidad del otro: hablando de no llamar la atención, si lo que usamos interfiere de alguna manera a la zona de comodidad del otro (visual, sensorial o intelectual) entonces no es recomendable usar.
Pensemos en lo que lleva a que el otro se desconcentre de lo que está haciendo: escotes exagerados, cabello descuidado, prendas demasiado ajustadas, uñas y gomitas en el cabello de colores, pulseras y zapatos que hacen ruido, perfume muy intenso, maquillaje extravagante, tiritas del sostén que insiste en aparecer o llevar algún complemento que no sea parte del uniforme de la empresa o combinar muchos colores en un conjunto (si no se usa uniforme).
Comodidad del contratante: todo contratante espera que el contratado represente a su empresa. Es importante estudiar la misión y valores de cada empresa (conservadora, moderna, comprometida) en la que iremos a trabajar, y mirar con ojo analítico los estilos de clientes, qué es lo que la empresa vende, para quiénes… ¿Y nuestra imagen? ¿Es coherente con lo que la empresa quiere proyectar?
Así, teniendo en cuenta la comodidad personal, la comodidad del otro, la comodidad de quiénes nos contratan es y los límites de la comodidad, es posible seguir siendo nosotras mismas, eligiendo texturas, caídas, tejidos, zapatos, carteras que personalicen nuestra apariencia profesional, buscando el equilibrio entre coherencia y consistencia.
A la hora de ir a trabajar, siempre menos es más.