- febrero 3, 2014
En este mes de los enamorados te propongo animarte a apretar la tecla de la aceptación. Tu corazón te dará las gracias.
Ocupa la tecla de mayor tamaño, para no perderla de vista, sin embargo en la realidad es la palabra más difícil de desarrollar: la aceptación. De solo pensar, ya vienen a mi mente flashes de situaciones vividas a lo largo de mis años. Es que esta temible y a la vez tan saludable palabra, necesita que abramos los ojos y el corazón no solo a lo que nos toca vivir sino también a nuestra propia personalidad.
Lo primero es que la verdadera aceptación no surge de un día para el otro y tampoco depende ni de nuestros seres queridos ni de los mejores terapeutas. Todos ellos contribuyen, a veces para bien, otras para mal – mucho ojo – pero no tienen la clave para alcanzarla. Tampoco el dichoso tiempo que según algunos todo lo cura. Si han pasado 20 años y la verdad pasa frente a tus ojos sin inmutarte, es hora de cambiar de fórmula.
Ya lo decía nada menos que Albert Einstein: si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo. Aceptar una realidad es un proceso muy duro pero que en algún momento debe iniciarse y si el primer camino o varias de las sendas elegidas no dan un buen resultado es hora de darse por vencido y cambiar la perspectiva. Para llegar a la aceptación el primer y gran paso es perdonarse a uno mismo.
Una vez pasado el -a veces infranqueable- perdón a uno mismo, el viaje se hace mucho más ligero. Es que sobre todo a las mujeres nos han enseñado que debemos ser casi perfectas y más aún si ocupamos espacios tradicionalmente masculinas. Y somos nosotras mismas nuestras peores enemigas pues en ese intenso día a día de mostrar lo mejor de nosotras olvidamos que somos de carne y hueso y que está permitido no solo que fallemos sino que decidamos elegir el camino menos pensado por los demás.
Que alivio ¿verdad? Entre el perdón a la aceptación, hay un paso más que importante: la reflexión. La sabiduría que puede aportar el silencio a nuestra vida no tiene precio. Por eso, es necesario que no solo en el proceso de aceptación sino que en nuestro cotidiano, nos tomemos un tiempo para meditar y si somos creyentes, dirigirnos al infinito. Dejar de pensar y entregarnos por completo.
Es típico que en el mes de los enamorados hablemos de fantásticas historias de amor, canciones románticas y regalos por doquier. Sin menoscabar todas estas tradiciones que también le dan color a nuestra vida, aceptar a uno mismo, al otro y a la realidad sin velos es, sin duda, una de las formas más maravillosas de amar. Es una tarea que revela nuestro verdadero rostro y el de los demás, lo que hace que el amor sea pleno y auténtico. En este mes de los enamorados te propongo animarte a apretar la tecla de la aceptación. Tu corazón te dará las gracias.