- mayo 15, 2018
Hasta que no te hayas lavado los dientes no vas a jugar con tu hermano. ¿Te suena de algo? Seguro que sí.
Los hábitos se adquieren por imitación y por repetición de una misma acción durante un periodo de tiempo. Y sí, tu madre, desde bien pequeñito, no hacía otra cosa que repetirte que…
1. ¡Lavate los dientes!
Y es que una buena higiene bucal desde la infancia evita caries, enfermedades en las encías y dolores en general. Por ello, tu madre insistía tanto en que desde niño el cepillado de dientes fuera una rutina cotidiana al levantarte, acostarte y después de cada comida. Porque si no se aprende bien desde el principio, ¡luego resulta difícil de corregir!
2. ¡Comé despacio!
Querías comer rápido porque sabías que al terminar te esperaban la televisión o los juegos. Y, sin embargo, tu madre te insistía en que masticaras bien. ¿Por qué? Porque además de evitar el riesgo de atragantarte, te proporcionaba ventajas como desarrollar tu mandíbula, fortalecer tus encías o mantener tus dientes sanos. Y es que lograr que los niños coman despacio y que mastiquen mucho cada bocado es la mejor manera de adquirir el hábito para toda la vida y evitar así las digestiones pesadas.
3. ¡Ponete recto!
Seguro que perdiste la cuenta de la cantidad de veces que tu madre te dijo que corrigieras tu postura… Lo hacía por tu bien, ya que el dolor de espalda es uno de los malestares más extendidos y más sencillos de prevenir: adquirir una correcta higiene postural desde pequeños (junto con potenciar la musculatura abdominal y dorsolumbar con natación o en el gimnasio) es una de las mejores formas de evitar enfermedades de la columna en la edad adulta.
4. ¡Baja la música!
Te habrá dicho más de una vez que te quedarías sordo si seguías escuchando música a ese volumen. ¿Escéptico? Atento: cada vez son más los jóvenes con problemas de audición derivados del mal uso de dispositivos electrónicos como Ipods, MP3 etc… Y es que los altos decibelios pueden causar lesiones en el oído interno que, de forma irreversible, pueden provocar problemas de audición mayores y más intensos a edades cada vez más tempranas.
5. ¡No te pegues a la tele!
Aunque no produzca ceguera como te amenazaba tu madre, usar pantallas demasiado cerca de manera prolongada sí hace que tus ojos se resequen y, especialmente en los niños, puede generar estrés visual e incluso vista cansada y miopía. El mejor consejo para evitarlo es acostumbrarse desde la infancia a intentar mantener la pantalla al menos a 50 cm de distancia y, sobre todo, apagarlas tras un máximo de 2 horas.
6. ¡Lavate las manos!
Las manos son una de las principales vías de entrada de las infecciones al resto del cuerpo, ya que entran en contacto con la nariz, los ojos y/o la boca, y tu madre lo sabía. Por eso insistía para que adquirieras desde la infancia el hábito de este pequeño gesto que dura unos 20 segundos y que es fundamental para prevenir la trasmisión de muchas infecciones, especialmente tras ir al baño y antes de tocar la comida.
7. ¡Comé la fruta!
Puede que estuviera equivocada con lo de beberse el zumo rápido porque se le iban las vitaminas, pero tu madre sí tenía razón al insistirte en que te acabaras la verdura y la fruta. Y es que ambas son fundamentales en la dieta por varios motivos: son fuente de fibra y antioxidantes, casi no contienen grasa, ayudan a mantener una correcta hidratación y son fuente casi exclusiva de algunos nutrientes como la vitamina C.
8. ¡A la cama!
Ella lo sabía: dormir bien es salud. Sabía que una buena calidad del sueño te permitiría, entre otras cosas, mantener adecuadamente tu capacidad de concentración, controlar tu humor y tus impulsos.
9. ¡Estudiá!
Está confirmado: las personas más activas cerebralmente están más protegidas contra el deterioro cognitivo, lo que se traduce en bienestar y prevención de enfermedades como el alzhéimer o la demencia. Así, la insistencia de tu madre tiene recompensa: haberte acostumbrado a leer a diario desde pequeño es uno de los ejercicios intelectuales que más te protegerá del deterioro cognitivo.