- diciembre 27, 2014
James Taylor elucubra que, de haber nacido más tarde, quizá hoy no tendría una carrera musical, receloso de la velocidad a la que discurre la actual industria discográfica, máxime cuando él ha tardado trece años en preparar un nuevo álbum de canciones inéditas, que estará listo en mayo.
«Tuve suerte de empezar a hacer música cuando lo hice», ha dicho por teléfono a EFE este artista, distinguido con un disco de diamante por las ventas de «Greatest hits» (1976) y que saltó a la palestra hace 35 años gracias al éxito de «Fire and rain» y de su versión del tema de su amiga Carole King «You’ve got a friend».
Su fortuna, factor al que él achaca gran parte de su carrera, comenzó en 1968, cuando conoció en Inglaterra al productor Peter Asher, a la postre su representante y persona que lo llevó a fichar por Apple Records, la discográfica de The Beatles, para facturar su primer álbum homónimo.
«Hoy eso no pasaría. Las compañías discográficas ya no están volcadas en la música. Podría publicar algunas canciones y quizás conseguiría algún éxito, pero emocionalmente no me veo preparado para soportar algo como ‘American idol’ o ‘La voz’, esos shows de televisión que convierten a la gente en celebridades. Necesito hacer las cosas a mi manera, muy despacio», cuenta.
Y tan despacio. Aún sin título, el célebre cantante folk-rock cuenta que lleva el último año enfrascado en la grabación de su decimoséptimo disco en el estudio que tiene instalado en un granero, junto a la misma banda con la que en marzo llegará a España de gira.
Serán once canciones en total, algunas de las cuales lleva retocando desde 2004, dos años después de su último disco con material original, «October road» (2002). En 2008 publicaría otro álbum, «Covers», compuesto de versiones.
Su carácter apacible, sosegado y más o menos reservado es compatible con unas canciones que se han hecho reconocibles en parte por su carácter profundamente autobiográfico y personal.
«Es como me sale la música. No controlo mucho el proceso de composición, sobre todo al principio de mi carrera, cuando estaba tan volcado en expresarme que no pensaba en que hubiera un público detrás (sobre todo, porque en aquellos primeros días no había ese público)», dice.
Garth Brooks y Taylor Swift se cuentan entre los artistas que públicamente se han declarado influidos por su música, al menos antes de que ella emprendiera ese giro hacia el pop que no parece hacerle especialmente feliz.
«Es un estilo que se volvió muy comercial cuando empezó a generar dinero. Cuando esas perspectivas y el mercado como prioridad se cuelan en el proceso creativo, actúan como la novocaína», opina.
A sus 66 años, considera que aún le queda trabajo por delante, no sabe si en la carretera, aunque sostiene que seguirá dando conciertos mientras haya público en ellos, lo que no parece que vaya a cambiar a tenor del ritmo en la venta de entradas para sus próximos espectáculos en España.
Avanza que entonces será posible escuchar ya algunos de los nuevos temas, aunque predominarán los grandes clásicos de su repertorio, «esos que probablemente la gente tiene más ganas de escuchar», señala.
Además del aplauso del público, seis premios Grammy avalan su carrera, así como distinciones variadas, como la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras francesas y la Medalla Nacional de las Artes y las Humanidades de EE.UU. que le impuso el presidente Obama por su «voz distintiva y su toque magistral de la guitarra».
«No echo de menos ningún reconocimiento. Simplemente me gustaría que el gran público me recordara como un músico que trabajó duro», afirma desde su sencillez extrema. EFE