- abril 5, 2015
Mucho tiempo después de haberlas maldecido porque la condenaron a un mundo sin minifaldas, la mexicana Dulce Rodríguez agradece sus piernas de palmípedo, con las cuales es, a los 42 años, una de las mejores maratonistas de América Latina.
«De niña tenía complejos porque mis piernas no se parecían a las de las modelos de la televisión y no podía usar pantalones cortos ni minifaldas; hoy las reconozco como mi tesoro», asegura en entrevista a Efe Rodríguez, segunda en marzo pasado del Maratón de Lala, el más rápido de Latinoamérica.
La historia de Dulce es una de las más hermosas del atletismo mexicano en el presente siglo. En 1997 era una joven divorciada que trabajaba en una fábrica de textiles para mantener a sus hijos, Eduardo y Edwin, y quedó sorprendida por el ambiente de una competencia de Medio Maratón en la ciudad de Toluca.
«Pasé por la exposición de aquella carrera y al otro día me levanté a las siete de la mañana para ver de qué se trataba; quedé hechizada y prometí prepararme para correrla al año siguiente.
Sin entrenamientos sofisticados de repeticiones y solo con una base elemental, en 1998 salió desde atrás y llegó a la meta en el vigésimo lugar con tiempo de 1h 30, lo cual la hizo pensar que tenía un talento para las distancias largas.
«Aquella vez fue la única que sentí mareos al final de una carrera», recuerda la corredora, que empezó a trabajar con el entrenador Rodolfo Arteaga, quien al comprobar su talento la recomendó son el mejor técnico del momento, Rodolfo Gómez. En poco más de un año, la puso en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.
Al regresar de Australia, donde se quedó en las eliminatorias de 5.000 metros, Gómez le pidió acompañar a Adriana Fernández en el Maratón de la Laguna, en Torreón; le aguantó el paso a la campeona de Nueva York 1999 hasta el kilómetro 35 y, sin experiencia previa ganó el segundo lugar con un registro de 2h 31:45.
Fue la primera de muchas satisfacciones en la prueba de 42 kilómetros 195 metros de Torreón, que ganó en 2005, con tiempo de 2h 29:00, y repitió en 2009, además de terminar segunda en 2008 y este año (2015) cuando, con edad para tener nietos, solo fue superada por la etíope Misiker Mekonnen.
«Hay quien dice que nací dotada y si hubieran descubierto mi talento antes, quizás habría corrido maratón en 2h 20, pero yo no cambio nada de mi vida. Ahora sé que todo tiene su final, pero por lo pronto las jovencitas están sorprendidas porque, o les gano, o me derrotan por poco margen», cuenta.
Hace poco, Dulce pasó por una crisis emocional que la mantuvo casi dos años sin entrenarse hasta que un día dio con Daniel Valdez, un entrenador 18 años más joven, quien casi con palabras soeces le sugirió sacarse la porquería de la mente y ponerse a entrenar.
«Fue como un latigazo, que alguien tan chico te hable así no es fácil y lo peor es que estaba en lo cierto», reconoce Dulce, quien no tomó en cuenta la inexperiencia del hombre de 24 años y lo contrató como su entrenador.
Bajo su tutela, fue tercera en el Medio Maratón de Guadalajara el pasado 22 de febrero y nueve días más tarde acabó segunda en los 42 kilómetros 195 metros de Torreón, delante de africanas con nombre y de jóvenes mexicanas de buen nivel.
«Necesité tiempo para entender que mis extremidades formaban parte de un don», dice treinta años después de los tiempos en los que usaba faltas largas y pantalones de pinza para esconder su delgadez.
Dulce Rodríguez también estuvo en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Pekín 2008 y se colocó entre las mejores de los prestigiosos maratones de Nueva York, Chicago y Osaka.
Hoy es una de las cuatro mexicanas más rápidas de la historia en todas las pruebas desde 1.500 metros planos hasta maratón y, como consecuencia de los miles de kilómetros recorridos, su vida ha sido tocada por la paradoja: sus piernas cambiaron y se pusieron bonitas.
«Desde hace unos años por fin he podido usar minifaldas, las prefiero blancas o de mezclilla», dice con mirada pícara, como si presumiera de una de sus muchas medallas. EFE