- diciembre 10, 2014
La adolescente paquistaní Malala Yousafzai y el presidente de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, el indio Kailash Satyarthi, reclamaron al recibir el Nobel de la Paz en Oslo el acceso a la educación para todos los niños.
«¿Por qué los países que llamamos fuertes son tan poderosos creando guerras pero tan débiles para traer la paz? ¿Por qué dar armas es tan sencillo, pero dar libros tan duro? ¿Por qué construir tanques es tan fácil, pero construir edificios tan difícil?», se preguntó Malala en la ceremonia celebrada en el ayuntamiento de Oslo.
Satyarthi criticó por su parte en su discurso la cultura del «silencio» y de la «pasividad» y defendió globalizar la «compasión transformadora» para impulsar otra marcha mundial contra la explotación, la pobreza y la esclavitud infantil.
«Rechazo aceptar que el mundo sea tan pobre cuando sólo una semana del gasto global en armas es suficiente para llevar a todos los niños a las aulas», afirmó Satyarthi.
Y aunque elogió el progreso en las últimas décadas al reducir en un tercio la mano de obra infantil y a la mitad la cifra de niños no escolarizados, defendió acciones colectivas urgentes y pidió invertir en educación a los gobiernos, y a las empresas, más responsabilidad.
«¿De quién son los niños que cosen pelotas sin haber jugado con ninguna? Son nuestros niños. ¿De quién son los niños que extraen piedras y minerales? Son nuestros niños. ¿De quién son los niños que cosechan cacao sin haber probado el sabor del chocolate? Todos son nuestros niños», afirmó en su discurso.
Malala tuvo muy presente la educación, «una de las bendiciones de la vida» pero también «una de sus necesidades», y dedicó buena parte de sus palabras al tiroteo que sufrió hace dos años por los talibanes en Pakistán por defender la educación femenina.
«Tenía dos opciones, una era quedarme en silencio y esperar a que me mataran. La otra era hablar y luego que me mataran. Elegí la segunda», dijo la joven, que a sus 17 años es la ganadora más joven en la historia del Nobel de la Paz.
Su historia no es única, sino la de «muchas chicas», dijo Malala, dirigiéndose a cinco amigas invitadas por ella a la ceremonia, incluidas dos jóvenes que también sobrevivieron al mismo tiroteo.
«No soy una voz solitaria, soy muchas. Soy Shazia, soy Kainat Riaz, soy Kainat Somro, soy Mezon, soy Amina. Soy 66 millones de chicas que están fuera de las escuelas», dijo en un discurso, en el que citó el Corán y recordó a Martin Luther King y a Nelson Mandela.
A ayudar a construir escuelas a través de su fundación, sobre todo en su región natal del valle del Swat, destinará su parte del premio en metálico, dotado con 8 millones de coronas suecas (879.000 euros, 1,1 millones de dólares) a dividir en partes iguales.
El atentado me ha hecho «más fuerte», aseguró Malala, prometiendo luchar hasta que cada niño vaya a la escuela y convencida de que nadie puede pararla, «o pararnos, porque ahora somos millones».
La sintonía entre los dos galardonados es una muestra de que una paquistaní y un indio «pueden estar unidos en paz y trabajar juntos por los derechos de los niños», destacó la joven, al igual que hizo en su discurso el líder del Comité Nobel noruego, Thorbjørn Jagland.
Satyarthi ha liberado de la explotación a más de 80.000 niños, mientras que el coraje de Malala «es casi indescriptible», afirmó.
«Una joven y un hombre más viejo, una de Pakistán y el otro de la India, una musulmana y el otro hindú; símbolos de lo que necesita el mundo: más unidad. ¡Fraternidad entre las naciones!», dijo Jagland en una ceremonia presidida por la familia real noruega.
La solemnidad del acto estuvo unos segundos en riesgo, cuando un joven, supuestamente acreditado como periodista, logró acercarse al estrado con una bandera mexicana después de que los premiados recogieran su medalla y su diploma, aunque fue retirado de forma inmediata por los servicios de seguridad. EFE