- noviembre 21, 2016
En todas las ciudades, países y estratos sociales la violencia está presente lastimosamente, erradicarla depende de todos.
Según la OMS (2002) y tras revisar diversos estudios, entre el 10% y el 69% de las mujeres encuestadas reconocieron haber sido agredidas físicamente por su pareja masculina en algún momento a lo largo de sus vidas. Está claro que con estos datos, la violencia doméstica es un problema a nivel mundial que requiere atención por parte de las instituciones y también, por qué no, del ámbito más científico.
Mediante una investigación se comparó el rendimiento en una prueba de funcionamiento ejecutivo de un grupo de maltratadores domésticos con el obtenido por otros grupos de delincuentes: sexuales, violentos y no violentos. También se incluyó un grupo control compuesto por participantes no delincuentes. La tarea evaluada se conoce como Trail Making Test y tiene dos partes. En su parte A, el individuo debe trazar una línea continua que una los números del 1 al 25 presentados desordenados y dentro de sendos círculos en una hoja de papel. En la parte B, se presentan círculos con números o letras y la actividad requiere ir uniendo de forma alterna cada número con su letra correspondiente alfabéticamente hasta llegar al último elemento, publica el portal Muy Interesante.
Los resultados, recientemente aparecidos en la revista científica Medicine, Science and Law (2015), mostraron que, efectivamente, los agresores domésticos presentan un funcionamiento ejecutivo alterado. Tanto ellos como el grupo de agresores sexuales necesitaron más tiempo para completar la parte B del test. Por otro lado, el grupo de agresores violentos mostró más errores en esa parte de la prueba, entendidos como más fallos en el control de la impulsividad.
Lo que el autor concluye es que los datos parecen sugerir que tanto los agresores domésticos como los de tipo sexual parecen mostrar más problemas en la flexibilidad mental y el control ejecutivo, lo que podría explicar en parte las interrelaciones que existen entre estos tipos de violencia. La flexibilidad mental es lo que nos permite, por ejemplo, ajustarnos a los cambios e imprevistos, o poder tomar diferentes puntos de vista ante una situación o problema.