- agosto 12, 2015
La combinación de cabeza inclinada y mirada seductora le valió a Lauren Bacall el apodo de “The Look”, dos palabras que condensaban su imagen de “femme fatale” en el cine, pero que se oponían al papel de eterna viuda de Humphrey Bogart que la estrella, que falleció hace un año, atesoraba en la vida real.
Pero su mirada, no era más que un recurso tras el cual Betty Joan Perske, su verdadero nombre, ocultaba la timidez de una joven de ascendencia judía y rumana criada en el Bronx.
El sonido rotundo y penetrante que salía de su boca en películas como “Asesinato en el Orient Express” o “Escrito sobre el viento” enmascaraba una voz con cierto tono nasal que estuvo a punto de echar atrás al productor Howard Hughes en su decisión de elegirla como protagonista de “Tener o no Tener”, el que sería su primer papel en el cine.
La esposa del productor había sido quién había descubierto la belleza felina de la chica, que por aquel entonces aún respondía al nombre de Betty. La había visto, con su característica mirada, en una portada de la revista Harper’s Bazaar y se la había enseñado al productor, y así nació un mito.
En la transformación de Betty a Lauren su voz se moduló, y el imaginario hollywoodiense la convirtió, de la noche en la mañana y con sólo 19 años, en una “mujer fatal” ligada por siempre al “galán cínico” de Humphrey Bogart.
La viuda del cine
Con Bogart, por aquel entonces aún casado, rodó “Tener o no tener”. Antes de actuar en la segunda película juntos, una año después del estreno de la primera, la pareja ya era un matrimonio y un tándem perfecto del cine, que repetiría afinidad ante las cámaras en “El sueño eterno”, “La senda tenebrosa” y “Cayo Largo”.
Las comedias como “How to Marry a Millionarie” o “Designing Woman” la emanciparon artísticamente de Bogart, pero fue un cáncer el que apartó a la pareja en la vida real y dejó viuda a Bacall, madre de dos niños y con solo 32 años.
Combinaba, también en el vestir, piezas de lujo con otras más modestas para crear un estilo sensual
Cuatro años después de la muerte de Bogart, y a pesar de que llegó a anunciar segundas nupcias con Sinatra, fue Jason Robards Jr., otro bebedor empedernido, quién la llevó de nuevo al altar. De Robards se acabaría separando y sería entonces el teatro de Brodway quien conquistó el corazón de la artista.
El armario de Bacall
De vuelta en su Nueva York natal, desde el mítico edificio Dakota, el mismo donde vivió y murió John Lennon y donde Roman Polanski rodó “La semilla del diablo”, Bacall se dedicó al teatro y a coleccionar objetos de todo tipo, daba igual que costaran 10 dólares o 100.000.
Dibujos de Francisco de Goya convivían con cerámicas decorativas de tomates o cojines con bordados de su gran pasión, las mascotas, hasta que fueron subastados tras su muerte.
Entre sus bienes más preciados, prendas de Armani o Yves Saint Laurent o unos baúles de Louis Vuitton son reflejo de los gustos de la artista, apasionada de los grandes diseñadores pero que combinaba, también en el vestir, piezas de lujo con otras más modestas para crear un estilo sensual.
Entre bambalinas
El Óscar que nunca llegaba fue compensado en su etapa dedicada al teatro con dos Tony, por los musicales “Applause” y “The Woman of the Year”, que se sumarían al premio Cecil B. DeMille a toda una trayectoria en los Globos de Oro: “¡Qué vida!”, exclamó cuando lo recibió. Una vida tan interesante que su autobiografía de 1978 “By Myself” le reportó el National Book Award.
Lauren Bacall estuvo en Mallorca en 1999 para la película «Presences of Mind» , bajo la dirección de Antoni Aloy.OSCAR PIPKIN/EFE
La nueva dama del teatro tuvo que esperar hasta 1997 para ser nominada al Óscar gracias a un papel de anciana en “Mirror Has to Faces”, de Barbara Streisand, un premio que no ganó pero revitalizó su carrera en la gran pantalla.
Sus últimas intervenciones fueron con nombres como Lars Von Trier (en “Dogville” y “Manderlay”), Natalie Portman, que dirigió el cortometraje (“Eve”) y una aparición como dobladora en la serie “Padre de Familia”. Cuando en 2009 Hollywood le dio por fin el Óscar honorífico, solo dijo. “Por fin, ¡un hombre!”.EFE