Cientos de días despiertan nuestra conciencia sobre enfermedades clínicas pero el 10 de diciembre, Día Mundial de los Derechos Humanos, nos recuerda la prevalencia de enfermedades sociales, arraigadas en la tradición, como la ablación genital que afecta a 140 millones de niñas y mujeres en todo el mundo
Un análisis más detallado sobre este mal social, concentra la concienciación mundial sobre países de Asia, Oriente Medio y sobre todo África, donde se estima que más de 100 millones de mujeres han sido mutiladas.
En este entorno, más del 85% de las mujeres, entre 15 y 45 años, habrían sufrido esta violación de los derechos humanos, según Plan Internacional.
La reducción de estas cifras regionales parte de una conciencia internacional que nació en 1990, cuando las Naciones Unidas reconocieron esta práctica como un problema de salud y una violación de los derechos humanos.
Este fue el punto de partida institucional de una tarea jurídica, que ha permitido obtener 17 leyes que prohíben de forma explícita esta práctica, y de una acción humanitaria como la desarrollada por la ONG Plan Internacional, cuya directora, Concha López, destaca: “Si las leyes no se aplican con firmeza, el esfuerzo será en vano”.
Las consecuencias de una tradición
En un sentido completamente contrario a la realidad, la base de la ablación total o parcial de los labios genitales y el clítoris se encuentra asociada a la creencia de que esta mutilación es un símbolo de pureza.
Para derribar esta teoría social, “es necesario el diálogo con adolescentes y la sensibilización de las comunidades”, afirma Adama Coulibaly, directora regional de Plan Internacional en África occidental y central.
Esta tarea, entre las poblaciones más afectadas, busca eliminar la obligación civil o religiosa de someterse a la mutilación ya que, organizaciones como Plan Internacional, han comprobado que una mujer bien informada evita que sus hijas, o las niñas de su comunidad, pasen por este trauma.
Por tanto, se trata de una práctica que genera trastornos psicológicos y físicos, tales como:
- Problemas durante la menstruación.
- Hemorragias.
- Infecciones del aparato urinario.
- Complicaciones en el parto.
- En algunos casos, incluso la muerte.
Estas complicaciones físicas y mentales, de por vida, son patologías que la próxima década podrían afectar a 30 millones de niñas, según datos de UNICEF.
Hablar, conocer y acabar con la ablación
De nada sirve la reflexión internacional sin una concienciación regional que deje de lado la creencia de que todo lo que proviene del pasado es mejor que una reflexión presente para una mejor calidad de vida futura.
Según un estudio de Plan Internacional realizado en 2010, el 50% de los padres y un tercio de las madres querrían mantener esta mutilación por motivos culturales.
Cuando se trata de una enfermedad conocida se sabe cómo actuar, a qué tratamientos recurrir y, en cierta medida, qué esperar, pero ¿qué ocurre cuando la enfermedad clínica es consecuencia de una patología social, arraigada en ciertas comunidades?
La respuesta, desde Plan Internacional, es empezar por hablar para poder conocer un tema que es tabú en comunidades de países como Mali, donde casi el 50% de las niñas entre 0 y 5 años han sufrido esta mutilación.
Existe la creencia de que cuanto más pequeña sean las niñas, menos dolor sufrirán pero, sin embargo, cuanto más jóvenes son, mayores son los riesgos, señala Plan Internacional.
Por ello es necesario implicar tanto a las instituciones internacionales como a las pequeñas poblaciones donde la realidad sobre esta mutilación debe ser conocida por todos los miembros, especialmente por hombres como Adama que, ante la ablación de su mujer, afirma que “no estaba visto como algo malo porque las mujeres nunca nos habían contado los problemas que causaba”.
El ejemplo de 140 millones de mujeres
La concienciación parte de historias como aquella a la que hace referencia Plan Internacional bajo el nombre de Mary, una niña de 13 años que sufrió esta práctica durante su infancia en Mali.
“Todavía recuerdo el día de mi ablación y a la mujer que me lo hizo, era una amiga de mi madre. Estaba horrorizaba, gritaba”, explica.
El principio de esta historia y sus consecuencias, como dolores menstruales, infecciones y problemas al orinar, han permitido romper con el aislamiento de los hombres con respecto a esta práctica.
Hombres como el líder de la comunidad de Mary que ha firmado un acuerdo para erradicar la mutilación genital femenina en su pueblo, afirma la niña, o como Adama, que después de conocer los peligros sufridos por su mujer al ser mutilada rechaza la ablación porque “no queremos dañar a nuestra gente”, contribuyen a la concienciación frente a este problema. EFE